Casi 920 kilómetros separan nuestra provincia con la localidad correntina de Bella Vista. Son aproximadamente 10 las horas que se tarda para llegar a ese sitio pesquero que va ganando espacio entre aquellos que eligen las fieras del Paraná para disfrutar de jornadas inolvidables.
Conocida como la capital provincial de la naranja y por las bellezas que bailan en los carnavales de febrero, desde hace varios años que crece gracias a la pesca deportiva. Y ese repunte va de la mano del incremento de servicios que ofrece a los visitantes. Los dorados, los surubíes y los pacúes son sus joyas, pero no menos atractiva es la variada (bagres blancos, amarillos, bogas, tarariras y rayas, entre otras especies) que se pueden capturar en esta parte del río.
El guía Carlos Viccini es uno de los responsables del fenómeno Bella Vista. En los tiempos más duros del menemismo, tuvo que cerrar la estación de servicio familiar por quiebra. Pescador de toda la vida, por consejos de sus amigos, se dedicó al rubro. "Todos me decían que me dedicara a lo que disfrutaba. El río siempre fue mi vida", dice el correntino que habla con tono pausado y que, en poco más de 10 años, transformó la vieja casa paterna en La Rosa del Río, una cómoda posada que cuenta con todos los servicios, y lograr a tener cuatro lanchas para atender las necesidades de los pescadores.
"Lo más común es la pesca con carnada, llámese morena, cascarudos, masas, sábalo o pequeñas tarariras. Pero es muy habitual que la gente quiera practicar baitcasting, trolling y fly cast. Esta última ha tenido un importante desarrollo en los últimos tiempos. Nos estamos capacitando permanentemente porque cada vez son más los que la practica", explica Carlos.
Bella Vista tiene una característica que la diferencia de los otros sitios pesqueros correntinos. El Paraná, por estos lares, ofrece distintas alternativas. Por ejemplo, en las correntadas rodeadas de barrancas se pueden capturar enormes dorados; en las desembocaduras de los arroyos están esperando los surubíes; y en las lagunas están los pacúes y las otras especies de pesca variada.
La riqueza ictícola está acompañada por los encantos naturales. Los desafinados chillidos de los monos, el torpe andar de carpinchos gigantes y algún que otro confianzudo yacaré que le hace burla a la presencia humana, son algunas de las bellezas que los pescadores pueden descubrir.
Las excursiones son de sol a sol. Arrancan muy temprano y terminan cuando el paisaje comienza a teñirse de naranja. Solo hay una pausa. Al mediodía, el guía detiene la lancha en una isla o en la margen para cocinar. ¿El plato? Pescado cocinado en aceite en una olla de hierro calentada con fuego de leña. Así de simple, así de sabroso. "El secreto es tener paciencia. No todos son iguales y hay que adaptarse a las necesidades de las personas que van en la lancha", explica el hombre que cambió su vida al dedicarse a lo que hizo desde que tiene memoria: pescar.
Y Viccini no se equivoca. Él fue el elegido por Jeremy Wade para filmar "Asesino silencioso" para el exitosísimo programa "Monstruos de río". Él es el que recibe a decenas de brasileños que llegan al país en busca de aventuras. "Jeremy es un enorme pescador. Es muy profesional y no tiene problemas en enseñar todos los secretos que va cultivando en los viajes que realiza por distintas partes del mundo. Y los brasucas, por suerte son cada vez más lo que vienen. Llegan para pescar y para divertirse mucho", comenta sonriendo.
Con la típica tonada litoraleña, esa que parece un canto y que pareciera olvidarse de las últimas letras, Carlos cree que el futuro está asegurado. "Después de mucho tiempo, los políticos se pusieron de acuerdo y limitaron la pesca comercial en el río. Los guías aportamos un poquito: cumplimos a rajatabla con la reglamentación. Preservar es la única manera de mantener nuestra fuente de trabajo", concluye.